martes

Titeres y Objetos "Inertes"


Lo titiritezco es más una susceptibilidad de los objetos de ser animados que una voluntad expresiva del manipulador,  esa creo que es la sensación que queda cuando un titiritero deja de ser la sombra de su muñeco y lo pone a este sobre la mesa; no es raro que los chamacos se queden al final para velar el cadáver, tocarlo con un palillo como a los perros atropellados y luego darle la espalda con cuidado, listos para voltear rápido y sorprender una carcajada no en la boca del títere sino en las manchas de pintura que simulan un par de ojos. Esa cualidad especular de los objetos “inertes”: la de reflejar la vitalidad de quien los sigue o los mira con sospecha infantil es la que permite integrar objetos o muñecos no convencionales en el teatro de títeres. Los maniquíes, los monumentos, las figuras religiosas, los espantapájaros, los juguetes, los adornos...todos son por su valor icónico, expresivo, o simbólico, ejemplos de materia susceptible de animarse, de volverse titiritezca sin necesidad de la articulación, la voz o el desplazamiento. Ejercicios en esta dirección nos acercan al trabajo escultórico, a la instalación, a la posibilidad de un teatro de títeres que paradójicamente pueda prescindir de los títeres mismos (de su fetichismo aparente) que mute fácilmente en otras prácticas y en todas ellas desnude el fenómeno que lo justifica y lo sostiene: la animación, el ánima tal como lo concibe el sentimiento de lo religioso, lo mágico.  Las imágenes son bretes de Hans Bellmer, un surrealista bien zafado que conjugó títeres y escultura para construir una corporeidad tan monstruosa como erótica.


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